En la era digital, las pantallas están en todas partes: móviles, tablets, televisores… y, a veces, también en las manitas de los más pequeños. Para muchas mamás y papás, las pantallas son una solución rápida para calmar a un bebé inquieto, pero ¿qué impacto tienen realmente en su desarrollo? ¿Son una herramienta útil o un riesgo silencioso?
¿Qué dicen los expertos?
La OMS recomienda que los bebés menores de 2 años no tengan exposición a pantallas y que, a partir de esa edad, su uso sea muy limitado y siempre supervisado. Esto se debe a que el cerebro de los bebés se desarrolla a un ritmo acelerado en los primeros años de vida, y la interacción con el mundo real (mirar caras, tocar objetos, moverse libremente) es clave para su aprendizaje.
El dilema real: teoría vs. práctica
Sabemos que lo ideal es evitar las pantallas, pero la realidad de la crianza nos enfrenta a momentos en los que un vídeo puede ser un salvavidas:
- En un restaurante cuando el bebé está inquieto.
- En un viaje largo donde necesita distracción.
- Mientras intentas trabajar o hacer una llamada importante.
Entonces, ¿qué hacemos?
Cómo encontrar un equilibrio saludable
Si decides usar pantallas ocasionalmente, aquí tienes algunas recomendaciones para minimizar los riesgos:
- Uso con propósito: Optar por contenido educativo y de calidad.
- Tiempo controlado: No más de 15-20 minutos y siempre supervisado.
- Acompañamiento activo: Ver juntos el contenido y comentarlo para estimular el aprendizaje.
- Alternativas atractivas: Juegos sensoriales, cuentos y canciones pueden ser igual de efectivos para entretener y calmar.
¿Cuál es tu postura?
Sabemos que cada familia es diferente y que la crianza es un camino lleno de decisiones. ¿En tu casa las pantallas son un recurso ocasional o prefieres evitarlas por completo? ¡Cuéntanos en los comentarios!